Dedicado a mi padre, nazareno más antiguo de la Cofradía de la Sagrada Cena Sacramental y persona que nos inculcó desde pequeños el amor hacia nuestros Sagrados Titulares.
Hace unos días viajamos hasta Sevilla para visitar el taller de Hernández SanMartin doradores, artesanos que van a acometer el dorado del trono del Señor de la Sagrada Cena. Una empresa de gran envergadura, quizás la más importante que a nivel patrimonial tenemos que afrontar la nueva Junta de Gobierno.
El taller se encuentra situado en la calle Pizarro, colindante al del tallista Manuel Guzmán. En un principio, pretendíamos encargar la finalización del trono del Cristo a este afamado taller, puesto que lo procesionábamos era un “apaño provisional” que ha durado cerca de 40 años. Además, allí se realizó el trono y, con buen criterio, pensábamos que lo oportuno pasaba por encargarles su restauración y finalización.
Tras el incendio de la antigua capilla en 1.969, la Cofradía tiene que afrontar la realización de casi todo su patrimonio. Con el asesoramiento de Juan Casielles, asesor artístico y hermano de la Cofradía, se decide confiar la realización de sus Sagrados Titulares a un joven Luis Álvarez Duarte. Continuando con la corriente neobarroca sevillana que desde finales de los años 60 imperaba en Málaga -debido precisamente a la mano de Casielles- también se encomienda la factura de ambos tronos a artistas afincados en la capital hispalense.
El nuevo trono del Misterio de la Sagrada Cena se encargará a los talleres de D. Manuel Guzmán Bejarano, insigne tallista y discípulo de Luis Jiménez, figura ya destacada por aquellos tiempos. Como anécdota señalar que, en ese momento, en el taller de Guzmán se estaban ejecutando otra de las andas procesionales que más renombre dieron a este tallista: el paso de las Tres Caídas de Triana, que tanta similitud guarda con el de la Sagrada Cena de Málaga.
Más volviendo al asunto del “apaño provisional”, explicaremos el porqué. El nuevo trono de la Sagrada Cena llegó a Málaga con suficiente antelación antes de su bendición, el 10 de Marzo de 1.971. Me cuenta José Antonio Salcedo que, cuando los hermanos de la Cofradía se disponían a subir el grupo apostólico al trono, notó el gesto contrariado de mi padre, que no hacía más que repetir que todos no iban a caber. El comentario pesimista de mi padre no fue tomado demasiado en serio. Pero, con los minutos, algunos fueron cambiando el semblante, hasta comprobar que restaban imágenes por subir y no quedaba espacio material en el trono.
¡Menuda papeleta! Un error de cálculo por parte del imaginero o del tallista dejaba sin espacio a cuatro apóstoles. En el año 2001, en una agradable charla con Guzmán Bejarano en su taller de la calle Pizarro, achacó este desliz a la poca experiencia de Luis Álvarez Duarte; error que fue subsanado en breve espacio de tiempo –alargando el cajillo, dejando sin tallar esa nueva parte y colocando un medallón para disimularlo- para poder procesionar provisionalmente el Domingo de Ramos.
Sin embargo, pasada la Semana Santa de 1.971, el trono –sin que conozcamos las causas- no volvió a Sevilla para ser finalizado. Quizás fueran motivos económicos, quizás olvido. Desavenencias con el tallista queda también descartado, puesto que el recuerdo que el Guzmán Bejarano guardaba de nuestra Cofradía era inmejorable. Es más, el maestro diseñó y regaló a la Hermandad un proyecto de retablo, en panadero desconocido, al que ya hice referencia en un artículo para la página web no oficial de la Cofradía de la Sagrada Cena, allá por el año 2.001.
Gran profesional y mejor persona Guzmán Bejarano, al que el honor de conocerle y disfrutar de sus anécdotas. Un verdadero maestro que regalaba excepcionales ratos de tertulia y que permitió, tras varias visitas a su taller, que fotografiara el proyecto original del trono de la Sagrada Cena.
La nueva Junta de Gobierno pretende devolver el esplendor al trono de la Sagrada Cena ciñéndose al proyecto original. Para ello han de que tallarse algunas partes, recolocar otras y agrandar las cartelas; asimismo, ejecutar las escenas de los relieves en madera, que durante todos estos años procesionaban provisionalmente con pinturas de mediocre calidad.
Hoy por hoy, lo que en un principio era un total acuerdo con Manuel Guzmán, -hijo y heredero del taller- ha tornado en ruptura total por cuanto el trabajo que pretendía desarrollar en el trono no coincidía con el acordado en el presupuesto. Lamentablemente, no ha heredado la categoría de su padre.