sábado, 18 de agosto de 2012

La Dolorosa de la Victoria. 1ª parte.

Siempre he deseado que una imagen mariana presidiera el patio de nuestra casa.

Como ya sabréis, en la familia tenemos la gran suerte te poseer una Virgen de gloria, venerada bajo la adovcación de Encarnación, cuya propiedad se traspasa de generación en generación, desde hace varios siglos.

La Virgen de la Encarnación preside el dormitorio de mi centenaria Abuela Ana y, en un futuro quiera Dios que sea muy lejano, pasará a mi madre. Y como a ésta última le auguro una vida al menos tan longeva como la de mi abuela, me acercaría a la jubilación y casi a la vejez cuando correspondiera el momento de trasladar a tan querida imagen de gloria hasta el patio de nuestra vivienda.

Así que iniciamos la búsqueda de una dolorosa.

Pusimos el encargo en manos de Alberto Pérez Rojas, imaginero rondeño afincado en Sevilla, a quien conocíamos de sus trabajos en la Cofradía de la Sagrada Cena. 

Alberto recoge de manera espléndida el concepto de dolorosa que llevábamos en mente. Personalmente me inclinaba por el modelo iconográfico de dolorosa del siglo XVIII, de dolor contenido, íntimo, con la cabeza levemente inclinada y las manos unidas. Claros ejemplos de este tipo de imágenes los tenemos en la Dolorosa de Servitas de Carmona y en la formidable obra de Montes de Oca para los también Servitas, pero de Cádiz.

El artista nos realiza una imagen en madera de cedro, a excepción de la cabeza y las manos, talladas en madera de ciprés, presentando una gran belleza y corrección de lineas.

El óvalo facial, de amplios volúmenes, se acentúa en la mandíbula inferior y en el mentón, logrando un gesto de gran naturalidad. De generosa anatomía, la cabeza tiene una lograda sensación de realismo gracias al desplazamiento de las comisuras hacia la parte inferior. Concentra el dolor en el entrecejo fruncido, en clara señal de dolor. Los ojos, entornados y pintados en la madera, acompañan el tratamiento doloroso del rostro.

La nariz es de nariz sólida en el entrecejo y se va afinando conforme se desarrolla hacia la punta. Aletas dilatadas y surcos nasogenianos marcados, reflejan una profunda sensación de llanto. Este llanto se refuerza con un gran estudio anatómico del cuello, donde los músculos esternocleidomastoideos marcan la tensión propia del estado doloroso.

La disposición de las manos, unidas y realizadas en una sola pieza, nos retrotrae a los orígenes de la iconografía de la Virgen Dolorosa y dota de gran expresividad al rostro de la imagen.

La policromia de la figura, de aspecto nacarado, sigue las líneas de las obras del autor. De gran limpieza y corrección, refuerza la gran labor desarrollada en el modelado y completa perfectamente la obra.


Os dejo un enlace para que podáis ver la galería de imágenes completa: 

https://www.dropbox.com/sh/3ha57avkwpbssj5/aLvhYbwsXR


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